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Misión Waldorf, una escuela que no solo enseña: siembra, sostiene y transforma.

Mision Waldorf

A veces se piensa que dirigir una escuela, sobre todo una escuela alternativa, es una forma segura de ingreso, una actividad tranquila y bien remunerada. La realidad para quienes sostenemos proyectos educativos como Misión Waldorf es muy distinta: este no es un negocio, es una elección de vida profundamente comprometida con la infancia, la comunidad y la transformación social.

escuela que no solo enseña

Nuestra escuela nació en plena pandemia, no con capital, sino con convicción. No con planes de expansión, sino con el deseo urgente de brindar una alternativa humana, presencial y consciente para los niños y sus familias. Desde entonces, hemos sostenido este sueño con lo más valioso que tenemos: nuestra energía, nuestro tiempo, nuestras manos, nuestro corazón. Sin respaldo institucional. Sin inversores. Solo con la fuerza de una comunidad pequeña que cree en el poder transformador de la educación.


Sabemos que algunas personas podrían pensar que cobrar colegiaturas convierte este proyecto en un negocio, pero en Misión Waldorf no es así. Aunque nuestras colegiaturas permiten cubrir gastos básicos y sostener el proyecto, lo hacemos siempre con cuotas justas, accesibles y con facilidades, porque este espacio no busca lucro ni ganancias, sino sostener una vocación y un compromiso auténtico con cada niño y familia que forma parte de nuestra comunidad.


En estos cinco años, cada paso ha sido cuesta arriba. Hemos enfrentado la falta de recursos, la rotación del equipo, la presión de responder a necesidades crecientes con herramientas limitadas. Y, sin embargo, cada dificultad nos ha hecho reafirmar lo esencial: estamos aquí porque creemos que otra forma de educar es posible. Y necesaria.


Pero, sobre todo, hemos transformado vidas.


Han llegado a nosotros niños y familias que atravesaban momentos difíciles, tiempos de crisis y desencuentro con otros espacios. Muchos llegaron con sus historias marcadas por el rechazo, la incomprensión o la señalización social, experiencias que dejaron huellas profundas y que a menudo hicieron que se sintieran invisibles o incomprendidos. En Misión Waldorf, hemos abierto los brazos y los corazones para recibirlos con respeto y amor, sin juzgar ni imponer, acompañándolos en un proceso de sanación que va mucho más allá del aula.


Algunos de estos niños y familias estuvieron con nosotros sólo un tiempo y decidieron probar otros caminos cuando se sintieron fortalecidos; otros se fueron, y decidieron regresar porque descubrieron que no es fácil encontrar un lugar como este, donde lo que importa no es lo que se ve en el exterior sino lo que se cultiva en el alma y en las relaciones. Muchos comprendieron que no todo lo que brilla es oro, y que hay tesoros invisibles que valen más que cualquier etiqueta o éxito superficial: la confianza, la escucha, el cuidado, la aceptación.


Nuestra comunidad ha sido un refugio, un espacio de reconstrucción y crecimiento. Y eso nos llena de esperanza y sentido para seguir adelante.


Construir comunidad —no una marca— implica estar dispuestos a crear lazos reales, no transacciones. Implica sostener procesos largos, cuidar a las personas, formar vínculos auténticos con las familias y los niños. Implica tomar decisiones difíciles desde la conciencia, no desde la rentabilidad.


Por eso, este mensaje también es para quienes ya son parte de nuestra comunidad: nuestras familias: Gracias. Gracias por confiar en este proyecto cuando aún no está terminado, cuando muchas cosas aún están por hacerse, cuando el camino ha sido estrecho y a veces incierto. Su presencia, su compromiso y su compañía nos han dado fuerza. Ustedes son parte viva de esta escuela, y su participación activa la hace posible.

Sabemos que no siempre es fácil ver todo lo que hay detrás: el trabajo invisible, las decisiones difíciles, los esfuerzos personales. Pero hoy queremos invitarles a mirar más allá de lo inmediato. A mirar la esencia de lo que hemos construido juntos. Y a seguir construyéndolo.


A confirmarlo cada día en la felicidad de nuestros niños: en cuánto disfrutan venir a la escuela, en cómo corren a saludar cada mañana, en la seguridad con la que caminan por este espacio que ya sienten como suyo. A verlo en su forma de aprender —con asombro, con juego, con sentido—, en la tranquilidad con la que viven su infancia, sin prisas ni exigencias que no les corresponden.


Hemos creado para ellos una realidad diferente, un mundo posible. Un mundo donde lo valioso no solo se menciona, sino que se ve, se cuida y se defiende. Donde cada niño es tratado con dignidad, donde se cultiva la alegría genuina, la confianza y el amor por la vida. Les hemos dado un regalo invaluable: el derecho a crecer siendo ellos mismos, a formarse en una comunidad viva, amorosa, consciente.


Porque esta no es solo una escuela: es un espacio que siembra, sostiene y transforma.


Gracias por ser parte. Gracias por sostener este sueño.


A quienes nos ven desde fuera, les decimos: esto no es solo una escuela. Es un espacio donde cada niño es mirado con respeto, donde la infancia se acompaña con conciencia, donde las familias se encuentran para crecer juntas. Es un lugar donde los niños viven su infancia con libertad, donde aprenden con alegría y son acompañados desde su ser más profundo.


Hemos creado, juntos, un entorno en el que lo esencial cobra vida: la calma, la curiosidad, el juego, la belleza. Un espacio que protege lo valioso, que lo cultiva y lo defiende. Eso que a veces no se puede explicar con palabras, pero que se siente al cruzar la puerta, al ver a los niños florecer.


Y si tú también sueñas con una educación que cultive el alma y no solo el intelecto, te invitamos a construir con nosotros. Ya sea siendo parte activa, recomendándonos, compartiendo nuestro mensaje, o ayudando a que esto llegue a más personas.


Ojalá este mensaje viaje lejos. Ojalá toque corazones. Ojalá nos permita llegar a las familias que están buscando justo esto, pero aún no saben que existimos.


Seguimos adelante porque creemos que este proyecto tiene sentido. Y porque sabemos que lo que hacemos, aunque pequeño, puede sembrar algo muy grande.


Equipo Misión Waldorf

 
 

33 1716 3936

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